Queda menos de un año de gobierno sociata. Tras las elecciones autonómicas y municipales, la mafia retroprogre abandona sus últimos cortijos electorales. Sin embargo, mantiene intactos el control pagado de la mayoría de los medios de comunicación y la posibilidad de perpetuar en sus cargos - vía funcionarización de adeptos y paniaguados - a muchos de sus más abyectos cómplices. Se acerca el final y las ratas buscan acomodo en el naufragio. Sobre todo, porque peligran su pan y sus derechos de perrnada sobre el presupuesto público. Se acerca también el verano y esto, que se ha hecho tradición, les vuelve especialmente peligrosos, cuando el BOE y las rendiciones ante partidos antinacionales no alcanzan la sensibilidad de los chiringuitos de playa. Se acerca el final de un ciclo políticamente perverso y se adivina el estertor de sus clases privilegiadas. Se espera el último rugido de la bestia y el aliento nauseabundo de su última arcada. Se huele a muerto. Y a reencarnaciones pactadas.
No obstante, si de algo desconfiamos los profesores es de los cambios de ciclo. De jefe político, vamos. Y lo hacemos porque aprendemos de las malas experiencias.
En 1996, el Partido Aznarista - que hablaba catalán en la intimidad - fue incapaz durante cuatro años de contubernio con los nacionalistas vascuences y catalanistas y durante otros cuatro de mayoría parlamentaria autocomplaciente de abordar el problema de la enseñanza. Pusieron parches dialécticos de cara a la galería mediática y, en última instancia, la ministra Pilar del Castillo sacó adelante una mini ley que apenas remediaba los estragos de la LOGSE rubalcabiana. Como mucho, los alumnos podrían repetir primero de secundaria... ¡Mariconadas! Intentos acomplejados de remendar el desastre educativo que Zapatero desactivó por decreto y bombas.
En 2004, la pesadilla del igualitarismo y la burricie integral se instaló defiitivamente en nuestras aulas. Borreguismo institucionalizado a golpe de libros de regalo, ordenadores para todos, becas para todas y aprobados universales en esa mal llamada Selectividad que tanto preocupa a nuestros ninis, la generación de borricos más cebada de Europa.
Ahora Rajoy, condenado a gobernar, ni siquiera promete lo que no va a cumplir. A saber:
- garantizar que cualquier ciudadano español aprenda español en cualquier región de España.
- garantizar que exista una enseñanza básica común, una cultura española, en todas las regiones de España.
- garantizar que enseñen lo mismo, y aprendan lo mismo, y cobren lo mismo, y merezcan lo mismo, y se les exija lo mismo a todos los estudiantes y a todos los profesores de España.
- garantizar que exista una enseñanza básica común, una cultura española, en todas las regiones de España.
- garantizar que enseñen lo mismo, y aprendan lo mismo, y cobren lo mismo, y merezcan lo mismo, y se les exija lo mismo a todos los estudiantes y a todos los profesores de España.
- garantizar que los criterios académicos se basen en la verdad científica, la capacidad intelectual y la excelencia personal..
- garantizar que en nuestras universidades, podridas hasta la náusea, no se primen la adscripción partidista y la endogamia localista sobre el saber universal.
- garantizar que en las escuelas, institutos y facultades del estado no se va a adoctrinar a los jóvenes en nombre de una pretendida verdad histórica institucional.
- garantizar que puedan continuar sus estudios - hasta donde sean capaces de aprobar - aquéllos que demuestren interés, talento y voluntad, dejando de becar a inútiles y zánganos de larga duración.
- garantizar, en fin, que la enseñanza pública funcione como un trampolín social y personal. Como una vía para que los hijos de las familias más pobres demuestren que sus hijos son capaces de aprovechar un derecho, y no de agradecer una dádiva.
Así que nos queda esperar. Esperar que, como decía Machado, una de las dos Españas nos rompa definitivamente el corazón. La de estos progresistas que nunca tienen en cuenta el retroceso de la culata, o la de aquellos conservadores que, como el perro sarnoso, no se atreven a perder su sarna. Juan de Mairena dixit.