domingo, 30 de octubre de 2011

La campaña progresa adecuadamente. Las mentiras también.

En la última entrada de este blog ya advertí de que el PSOE iba a calentar las elecciones tomando las calles con manifestantes. Recordaba lo ocurrido en anteriores consultas electorales y ofrecía los enlaces a dos vídeos indignantes: el del ataque de los dóberman en 1996 y el de la asquerosa intervención de Rubalcaba durante las jornadas de intoxicación del 11-M.

En la campaña previa a la primera victoria de Aznar, a los socialistas les faltaron bocas y les sobraron medios de comunicación para anunciar que la derecha desmantelaría la sanidad, que los españoles iban a perder sus pensiones y que se cerrarían los colegios públicos. Esto último, sobre todo, para que sólo los-hijos-de-los-más-ricos continuasen poniendo delante de la “p” de pueblo y de la “b” de burro una enorme “m”. 

Ocho años más tarde, con más cotizantes que nunca a la Seguridad Social, con las pensiones garantizadas por ley, con una propuesta legislativa orientada a fortalecer la enseñanza pública y con dos millones y medio de parados menos, a Zapatero se le apareció Alá, se le presentó Mahoma y se le cruzó Ben Laden. El golpe de estado terrorista en los trenes de Madrid reunió bajo una misma pancarta a los falsos ecologistas de Nunca Mais, a los amigos subvencionados de la ceja, a los pacifistas del cóctel molotov y las camisetas del Che Guevara, a los pregoneros de la indiscutible democracia cubana, a los yankees go home, a los sindicatos pesebreros, a los globofóbicos, a los nacionalistas arrinconados y a los nostálgicos del felipismo. Desgraciadamente, tras esa pancarta también desfilaron muchos españoles de buena fe, impresionados por la catástrofe, que se dejaron arrastrar por el dolor y por el miedo. Sostuvieron todos la pancarta y todos dieron por bueno lo que en ella, sin ponerlo, se ponía: VOTA  A ZAPATERO.  


Ahora, tras dos legislaturas de populismo peronista, las previsiones electorales sitúan al partido del gobierno fuera de los últimos cortijos que conserva. Perdió la mayoría de los ayuntamientos, salió de la mayoría de las comunidades autónomas y le espera - si ETA no lo remedia - una mayoría absoluta de la derecha en el parlamento nacional. Así que toca, de nuevo, zafarrancho de combate: socialismo de Puerto Hurraco, toneladas de demagogia, mucha gente amenazando en las calles y muy poca  polishía.

Esta estrategia rubalcabista, al más puro estilo del matonismo sociata, obedece a un intento desesperado por desprestigiar el resultado que se adivina en las urnas y, de paso, a pescar unos cuantos miles de votos en el bacaladero de la izquierda radical. O sea, lo que el país menos necesita y aquello que los mercados del mundo civilizado estarían menos dispuestos a perdonar.


Si como muestra se afirma que vale un botón, el vídeo que el partido socialista  ha excretado en los últimos días valdría por las botonaduras de todas las sotanas de Roma.


Que los culpables de haber aniquilado la enseñanza pública se proclamen sus defensores y se postulen como garantes de su calidad ya resulta aberrante. Pero que encima nos tomen a todos por subnormales con esta majadería del fachita engominado es algo que sólo se entiende en quienes  llevan años y  años sustituyendo la ideología por la manipulación.

¿De verdad alguien puede decidir su voto convencido por tanta zafiedad? ¿Es que hay gente que se trague estas trolas tan maniqueas? En principio, uno diría que no. Que ni el perrofláutico más andrajoso, puesto de hierba hasta la greñas, se creería que existen el repelente niño Pepiño y la chacha chachi del babi rosa. Que esos especímenes sólo pueden encontrarse en la películas de Paco Martínez Soria y que la industria textil dejó de fabricar esos uniformes cuando Rafaela Aparicio se jubiló. Pero no. La directora de campaña del PSOE, Elena Valenciano, nos ilustra sobre la única realidad verdadera: "Me han dicho que esa situación era de hace cuarenta años. No, no, usted coja el coche y paséese por Puerta de Hierro, por el parque Conde de Orgaz en Madrid o por Neguri en Bilbao, supongo, y estoy segura de que puede ver una imagen como ésa". Sólo le ha faltado decir que la palabra que más se oye en esos parques desde que Esperanza Aguirre gobierna es "seeeeeñorito"
                                             

¿Tendrá razón? Ella, desde luego, se lo cree. Y los once millones de cómplices que la votaron parece que también. Hasta yo estoy dispuesto a concederle cierta veracidad a la estampa cuando descubro dónde estudiaron la mayoría de los altos cargos izquierdistas:


  • Alfredo Pérez Rubalcaba, candidato a la presidencia del Gobierno. Cursó estudios en el Colegio de Nuestra Señora del Pilar, en la calle Castelló de Madrid, regentado por marianistas y uno de los más exclusivos de la capital. Allí debió empezar a odiar a los curas y a imaginarse la LOGSE.
  • José Luis Rodríguez Zapatero, presidente del Gobierno. Estudió en Las Discípulas de Jesús, de León,  centro privado, pijo y religioso. Y en el Colegio Leonés, privado, superpijo y laico. En este centro también estudió su mujer, Sonsoles Espinosa, con la que luego se uniría en santo matrimonio en el Santuario de Nuestra Señora de Sonsoles, en Ávila. Un centro de peregrinación del Opus. 
  • José Bono, presidente del Congreso. Estudió bachiller en el colegio jesuita de la Inmaculada de Alicante. Un centro muy apropiado para el hijo de un alcalde falangista.  
  • Carmen Chacón, ministra de Defensa y candidata del PSC. Estudió en el colegio barcelonés Divina Pastora. Estudió en español, claro. 
  • Javier Solana, ex ministro de Cultura, de Educación y de Asuntos Exteriores. También estudió en el Colegio de Nuestra Señora del Pilar. Otro padre putativo de la LOGSE.
  • María Teresa Fernández de la Vega. Estudió en el Instituto Francés de Zaragoza. También cursó en el Colegio Jesús y María, primero en el centro de Zaragoza y después en el de Madrid. Aprendió tanto que el PSOE le regaló la magistratura por el cuarto turno. Es decir, sin oposiciones.
  • Ángel Gabilondo, ministro de Educación. Estudió en el Sagrado Corazón de San Sebastián y en el de Mundáiz. Durante su etapa en la congregación del Sagrado Corazón escribió el libro Enséñanos a a amar. Catecismo del sagrado Corazón. Ediciones Mensajero. Bilbao, 1969.
  • Cristina Garmendia, ministra de Ciencia e Innovación. Estudió en un colegio francés de San Sebastián.                  
  • Bibiana Aído, ex ministra de Igualdad. Estudió en el Beaterio de Jesús, María y José de Alcalá de los Gazules. Ni Jesús, ni María ni José pudieron imaginarse hasta dónde llegaría esta feminazi.
  • Joan Clos, ex ministro de Industria. Estudió en un colegio salesiano de Barcelona. Y también estudió en español. Otra cosa es que lo aprendiera.
       
Otro blogero mejor intencionado culparía a los padres de estos progres de haberles torturado con una educación tan católica y tan facha. Tan elitista. Sin embargo, este hijo de barbero, niño de barriada y estudiante con beca de un colegio nacional ha tenido la curiosidad de averiguar dónde están estudiando los hijos de los prebostes del pueblo:

  • Las hijas góticas de Zapatero fueron alumnas del colegio privado llevado por las religiosas de San Miguel, en el barrio chabolista de las Rozas. Las pobres.
  • La hija menor de José Bono ha estudiado en el colegio Nuestra Señora de los Infantes, que pertenece al Arzobispado de Toledo.
  • Los dos hijos del "ineto" y acusado de "corruto" José Blanco estudian en el Instituto Británico de Madrid, donde le cobran 1.200 euros al mes. Disponen de siete centros públicos y bilingües en su entorno pero Pepiño ha dicho que la comunidad autónoma  pepera no les garantiza un aprendizaje tan "perfeto".
  • Garmendia envía a sus dos hijos al colegio San Patricio de La Moraleja. ¿Qué habrán hecho para acabar en ese gueto?.
  • Joan Clos envía a sus niños al Liceo Francés, donde no creo que el catalán se contemple como una competencía básica. Su hijo mayor estudió en una universidad privada de Miami.
  • La ex ministra de Educación Mercedes Cabrera pagó por la educación de sus hijas en el Colegio Estudio de Madrid. Tan caro como privado.
  • El ex presidente de la Generalidad José Montilla tiene matriculados a sus trillizos en el Colegio Alemán de Barcelona San Alberto Magno. Le cuesta una pasta gansa poner a sus retoños a salvo de la inmersión lingüística pues allí se estudia, principalmente, en alemán y en un idioma que él llama castellano, aunque se estudie y se expanda como español en el resto del mundo.
  • Manuel Marín, ex presidente del Congreso, mandó a sus hijas al Liceo Europeo, que se encuentra en La Moraleja y cuesta entre 520 y 735 euros por alumno. 


¿A que resulta de lo más ilustrativo? Si como afirma el vídeo "SÓLO UNA ENSEÑANZA PÚBLICA DE CALIDAD GARANTIZA LA IGUALDAD DE OPORTUNIDADES", ¿por que razón destrozan el futuro de sus hijos llevándoles a esos semilleros de fachas?. ¿A esos guetos de beatería y pederastia? ¿Qué habrán hecho los chiquillos para merecer tanto castigo? ¿Es que no quieren que se les vuelvan perrofláuticos?
Debe ser que, mientras ellos gobernaban, el PP en la oposición ha destrozado tanto la enseñanza universal y gratuita que no han tenido más remedio que refugiarlos en la enseñanza privada. Me imagino que cuando esos niños llegan del colegio, tan relamiditos, recitando el catecismo, sus padres los desprograman cantando La Internacional con sus criadas. ¡Qué injusticia! El precio de que aprendan a leer es volverlos esquizofrénicos.

No insistiré más en la demagogia de estos progresistas ricos de segunda o tercera generación porque se pilla antes a un socialista que a un tetrapléjico. Sus mentiras son tan burdas y sus verdaderos intereses son tan obvios que ni siquiera han reparado en que el colegio infecto al que la criada roja lleva a su niña pre-mileurista es, en realidad, el San Mateo. Je, je, je. Sí, ése. El Instituto de Excelencia San Mateo, la apuesta educativa estrella de Esperanza Aguirre. Un centro que acoge a estudiantes de secundaria con una nota igual o superior a ocho en sus expedientes. ¡Y es público! ¡Y es gratuito! ¡Y es bilingüe! "Corre hija... corre" ¡Pues sí que corre la niña!
El Rodrigo de Celada que aparece en las imágenes no existe. El genio de la publicidad que rueda la escena se limitó a bautizar el centro colocando un cartelito que falsea su nombre verdadero. De todas formas, hay que reconocerle cierta coherencia intelectual porque una celada, en la segunda acepción del diccionario, es precisamente lo que se pretende: "un ardid o trampa tendida con sutileza y disimulo".

          sábado, 8 de octubre de 2011

          El Sindicato de Estudiantes. Un nuevo (des)Prestige.

          Seis de octubre. Hoy no he podido enseñar porque la mayoría de mis alumnos hicieron huelga. Únicamente vinieron – y no todos - los de 1º y 2º de la ESO. Apenas 150 de un total de 1300. Han acudido a clase, me temo, porque sus padres no se fían de dejarlos solos durante toda la mañana. Además, estaba prevista una salida gratuita para asistir a un recital de rap sobre poemas de Lorca y esa juerga mola mucho. Demasiado como para cambiar la jota por una hache. Así que hemos tenido tranquilidad y vacío en las aulas. Calma total.

          La consecuencia es que he dispuesto de seis horas para afrontar la parte más ingrata de mi trabajo: introducir en el programa Séneca los resultados de las evaluaciones iniciales y mi nuevo horario, confeccionar (recortar y pegar) las orlas con las fotografías de mis grupos, resumir en un solo documento los informes individualizados que nos envían de los colegios, enviar por correo las notificaciones de expulsión y varios partes disciplinarios, consultar los expedientes académicos del año pasado, elaborar una lista de alumnos con asignaturas pendientes, preparar la sesión de la Evaluación Inicial de mi tutoría… 
          También atendí de manera forzosa a una madre concienciada que, cuando a salí a fumar… ¡zas!, me abordó en la calle para quejarse de que ningún profesor estaba dispuesto a llevar a su niño a la actividad cultural extraordinaria, extraescolar y rapera. Imaginen sus argumentos y supongan los míos…

          Huyendo, me refugié en la Sala de Profesores y participé en alguno de los corrillos que comentaban la huelga. Me resultaron ajenos los sermones a favor y sonreí con alguna diatriba especialmente maliciosa. Desencantado, me excluí de discusiones bizantinas y, no sé cómo, conseguí ocupar uno de los cuatro ordenadores que compartimos 102 compañeros. Eché un vistazo a la prensa, contesté un par de mensajes en el blog y, despreocupadamente, visité la página del Sindicato de Estudiantes*. Sí, sí, exactamente ése; el que convoca las huelgas. ¡Y me alegraron el día!


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